El Espíritu Santo es un ser supremo capaz de conceder los deseos más complejos que cualquiera puede solicitar. Por este motivo, todos los creyentes de él deberán prestar atención a esta oración de petición.
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¿Tiene sentido hacer la oración de petición?
Resultaba muy habitual encontrar a Cristo orando a cada instante de su vida, como parte de la tarea de un buen judío. A menudo, todas las plegarias, por cortas o largas que sean, en su intención siempre esconde una petición que es totalmente cambiante de acuerdo al contexto en que se maneje el orador.
Cambiar las cosas para mejorar algo que el propio Dios ha trazado no es factible, porque él no puede ofrecer más de lo que tiene a su disposición. Lo que va a suceder, sucederá y no hay forma alguna en que Dios evite estos episodios. Lo mismo ocurre si una persona interviene a través de la oración para que no haga suceder una acción que tarde o temprano ocurrirá.
Andrés Torres Queiruga es el portavoz de varios teólogos que proponen con firmeza la eliminación en definitiva de la oración de petición. Él parte que pedir algo a Dios no tiene lugar, partiendo de la premisa que el Altísimo desde nuestro nacimiento ya está trazando un destino que no tiene caso desviar bajo los intereses de los rezadores, pidiendo por ellos o por la intercesión de un tercero.
Una escena que carece por completo de verosimilitud es pedir algo que ya se está ofreciendo. Por ejemplo, nadie diría “pásenme un vaso con agua” si otra persona ya está tendiendo la mano, dispuesta a ofrecer el vaso. Tampoco diremos “ábreme la puerta” cuando el sujeto ya lo está haciendo. Mucho menos solicitaremos perdón a alguien cuando de corazón ya hemos sido perdonados. Son acciones reiterativas y redundantes.
En el sentido más literal, el alcance de una oración de petición no tendrá lugar de ser. De igual modo, exclamar “Dios, ten piedad” resulta un intento debatible porque muchos teólogos se basan en que si un orador dice eso, quiere decir que Dios nunca ha tenido piedad de ellos por no conceder un favor, o simplemente nunca se han compadecido de ellos a lo largo de su vida. Dios no puede tener piedad de otro, porque es la palabra piedad personificada para socorrer a los más necesitados.
La plegaria va más allá de la petición
Para iniciar este apartado, es pertinente resaltar la frase que no se basa en la forma, sino en el fondo. Con ello, no se juzgan a los sujetos que hacen una oración de petición, porque todo el mundo puede lograrlo con absoluta libertad. El detalle ocurre que no es la forma tradicional que es respetada, sino el fondo, el verdadero motivo de la petición lo que cuenta, el mayor acto de fe, el fervor con que se hace, la sinceridad de las palabras.
En otras palabras, la fórmula de hacer peticiones en una oración es un común denominador global que no cambia de acuerdo a las culturas. El alcance de la misma deberá ir siempre más allá de la gesticulación de las palabras. Las intenciones deberán romper los flancos y traspasar fronteras hasta llegar a oídos de Dios. Dicho de otro modo, ¿qué somos capaces de expresar cuando solicitamos un favor a Dios?
En una oración de petición se deja entrever cierta impotencia; pero tampoco sin extralimitarse o parecer sobreactuado al momento de implorar. Es indispensable que a pesar del dolor que el orador puede estar atravesando debe tener confianza plena en Dios y en que está escuchando con firmeza de la oración de petición.
El Todopoderoso donde quiera que esté, está obrando para el bien de todos quienes son sus hijos; no echará por la borda cada una de las intenciones que nacen del corazón y las necesidades reales de cada quien.
Muchas veces, el giro semántico o gramatical, en lugar de enaltecer ese deseo de petición al Espíritu Santo, lo que hace es ocultarlo, dejando en un segundo plano las verdaderas intenciones a realizar. Sin duda, de no haber alguna petición de por medio para esta entidad, debemos dar gracias a Dios por todos los dones que hemos recibido de él a lo largo de nuestra existencia.
Para refrescar un poco el orden de ideas, el sentido de la oración de petición no es intrínseco en la fuerza de solicitar, sino de las actitudes, modos y una intención real que quede estipulado en la plegaria. El agradecer a Dios, la humildad con que se reza, la esperanza en que todo se concrete, la fe en que todo estará bien; esa es la verdadera magia de pedir. En caso de pedir por difuntos, puedes echar un vistazo a peticiones de misas o memoriales para difuntos.
Las famosas parábolas del amigo inoportuno y la viuda y el juez (Lc 11,5-8 y Lc 18,1-8 respectivamente) son el claro ejemplo que para rezar no hace falta gritar la petición para que Dios la escuche con claridad, sino depositar en tal favor una confianza real. Dios no quiere que constantemente le pidamos una petición especial, pero si es pertinente jamás dejar de creer en que todo tendrá una buena resolución.
Asimismo, con la Novena a San Charbel para peticiones difíciles hallarás un gran aliado para solventar problemas.
Dios no cambiará, sino nosotros
La intención real de rezar no es para que Dios siempre nos dé soluciones en cada uno de los problemas. Tampoco se hace para ser buenos, libres o para que se entere de una situación de apremio que requiere una capacidad de respuesta rápida. Mucho menos se implora para que él nos ame, porque desde nuestra unción con el crisma y el agua bautismal, somos sus hijos por igual. Jamás se orará para que Dios sea Dios.
Dios es el creador del Cielo y la tierra, procura la vida y que todos sus hijos estén felices. Es el padre misericordioso que está al tanto de todos los peligros en que sus hijos están envueltos.
Para sintetizar esta idea, es como si el propio todopoderoso dijera «Déjame que Dios sea para ti» sin que nada se haga forzado o con una oración de petición sin fondo alguno. Por supuesto, tiene más concordancia hablar de la oración de petición con el resto de los hijos de Dios que hacerlo como si se tratase del propio Dios.
Con la oración no debemos intentar que un Dios creador del universo confabule siempre a nuestro favor a través del cambio. Esto, tiene por motivo aparente más la acogida de él, de confiar en él y mantener la esperanza que todo estará bien a través de él. Al final de cuentas, no es complacer al Todopoderoso, sino que la satisfacción sea tal para seguir sus pasos y ser facultadores de virtud y beneficios para el resto de la comunidad.
Dios no puede ser milagroso u ofrecer dones si no tenemos confianza absoluta de su poder. No existen los milagros si no hay alguien que los experimente en realidad. La fuerza de la oración de petición es una disponibilidad, una gran herramienta para que Dios actúe sobre nosotros, pero no forzando o exclamando con vehemencia de ese favor que deseamos sea cumplido.
No es Dios quien va a direccionar la oración de petición o hacer que su forma sea lo más verosímil posible. Somos nosotros quienes cambiamos, enfocado en la confianza o la fe que tengamos sobre el gran poder del Altísimo. La importancia es convertirnos en el protagonista de nuestra propia oración y ser testigo de los inmensos dones que ofrece Dios.
Rezar por los otros
Cada vez que una oración de petición tiene intenciones de cumplir con el requerimiento de un tercero, cabe mencionar que en ella no se espera que Dios sea bueno con esa persona, ni pretender que Dios cambie a favor de ella. Al hacerlo, el deber es sentir una conexión con ese sujeto en especie de solidaridad, hermandad y comunión. En mayor o menor medida, con estas súplica estamos siendo los intercesores de Dios para con esa persona que tanto necesita de una bendición.
No se trata de transmitir buenas vibras con la oración de petición al Espíritu Santo, porque eso con cualquier otra plegaria se puede alcanzar. La idea es hacerle llegar a Dios y todos sus dones, para que refortalezca su creencia o fe.
El hecho de orar unos por otros es para consolidar una intercesión mutua, en la que ambos resulten tocados por la mano de Dios, para que juntos logren experimentar el milagro de recibir ese favor, con ayuda del poderoso Espíritu Santo, que descendió desde el cielo para sellar el bautismo de Jesús en el Jordán.
El cuidado de cada criatura
Al principio de todos los tiempos, siempre existió una premisa apocalíptica, en la cual había un fin del mundo indeterminado, es decir, no se sabía a ciencia cierta cuándo iba a ocurrir. Esta experiencia se hacía cada vez más colectiva, hasta referir a un juicio final en el que todo un pueblo estaría bajo la lupa.
Cristo también estuvo de acuerdo con el apocalipsis, pero además de ello estaba consciente de la relación armoniosa de Dios y cada uno de sus hijos.
Oración al Espíritu Santo para peticiones difíciles
A través de esta plegaria, se pretende que el Espíritu Santo sea el gran aliado que el orador tendrá para que todos sus problemas sean resueltos. Cabe resaltar que corresponde hacerse con mucha fe y humildad, principalmente al momento de exponer esa causa urgente que necesita un proceder positivo.
Gran Espíritu Santo, amo y señor de todo el universo, testigo de innumerables escenas católicas y cristianas. En este día especial te busco para que ayudes a revolver fuertes dilemas que mantienen mi corazón quebrantado. Las difíciles circunstancias en que me hallo no me permite ser feliz. Hoy deposito toda mi confianza en ti, con esperanzas de una respuesta clara ante este caso imposible de resolver (se expone la petición urgente con la mayor humildad con que se pueda rezar).
Poderoso Espíritu Santo, que a través de un ave blanquecino llegaste a las aguas del Jordán para bendecir a Jesucristo, con la distinción de ser el unigénito hijo de Dios y María Santísima. Sé con antelación que vas a prestar atención a cada una de estas súplicas que para mí son importantes manifestar (repetir esa causa improbable de resolver). Te amo y te bendigo, Espíritu Santo, por ser ese bálsamo de alegría que colmó a Jesús y a María.
Tú que tienes múltiples dones, sobre todo el de escuchar a los hijos en problemas, obsequia un poco de luz al final de mi camino, para ser feliz y sin pensar en los males que me aquejan y en los problemas sin resolver. Ven a mí, Espíritu Santo, al igual que a todos mis hermanos, rodéanos por siempre con tus hermosos brazos de gran luminosidad. Colma nuestros corazones de regocijo para cantar cada una de las alabanzas que el propio Cristo nos ha enseñado.
Amén.
Oración potente para una petición desesperada
Benévolo Espíritu Santo, al igual que el propio Cristo te has transformado en toda una filosofía de vida, ruego que traces un camino lleno de felicidad y poco sufrimiento. Que se haga de cumplir esta oración para un milagro urgente en el siguiente caso (explicar con detalle esa petición desesperada).
Señor, tú que exclamaste ante toda una nación «Pedid siempre y se os dará, llamad y las puertas os abrirán» para hacernos sentir que somos realmente tus hijos, hoy deposito toda mi confianza en que obtendré claras respuestas con intercesión del Espíritu Santo, de María Santísima y cada uno de los ángeles que conforman el cielo.
Gran poder de Dios y Cristo, Señor Nuestro, que es la prueba más fehaciente de tu existencia, con ayuda del Espíritu Santo he de resolver todos mis males hasta que mi alma tenga un poco de consuelo. Con el corazón en la mano y un alma sencilla, me despido con la firmeza de ser atendido/a. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.