Para saber cuáles son las obras de misericordia que llevan a cabo los cristianos, le recomendamos la lectura de este post en el que se presentan cada una de ellas y así conocerlas en detalle.
Indice De Contenido
¿Cuáles son las obras de misericordia?
Las obras de la misericordia han sido conocidas como las buenas acciones que se llevan a cabo dentro de la doctrina cristiana en pro de los más necesitados, siempre fundamentadas en el amor a Dios por sobre todas las cosas.
A fin de lograr tener un conocimiento claro en cuanto a saber qué son las obras de misericordia, cuáles y cuántas son las obras de misericordia, siga muy de cerca la lectura de este post para que se entere los detalles de las mismas.
Se destaca el hecho de que pedagogos han preparado las obras de misericordia para niños en las que se les presenta la misma información de adultos, pero adaptada de manera gráfica, sencilla y divertida, dándole conocer a los pequeños este tipo de acciones que lleva a cabo la Iglesia cristiana para que desde su corta edad comiencen a comprender y asimilar estas acciones.
¿Qué son estas obras?
Se ha definido como obras de misericordia a las distintas acciones de carácter caritativo que llevan a cabo los cristianos con el propósito de socorrer a los más necesitados y ayudarlos a solventar sus problemas tanto de índole corporal como espiritual.
Al respecto, el papa Francisco nos ha ofrecido su definición de lo que significa la palabra misericordia, sobre la cual se sustentan estas obras. Según su parecer esta palabra contempla varios aspectos característicos; a saber:
- Es importante para nuestra salvación.
- Es motivo de alegría, paz y serenidad.
- Gracias a ella nos acercamos a Dios.
- Encierra el misterio de la Santísima Trinidad.
- Está en nuestro corazón cuando miramos con ojos sinceros al hermano que encontramos en el camino de la vida.
- Une a Dios y al hombre y nos da la esperanza de ser amados para siempre, a pesar de nuestro pecado.
Asimismo, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) señala que entre estas obras es importante incluir la limosna que hacemos a los más necesitados, pues es uno de los principales testimonios que definen la caridad fraterna, así como una acción de justicia para la Gloria de Dios.
¿Cuántas son?
A partir de lo que nos enseña el primer mandamiento de nuestra fe que es «Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo», se sustentan las catorce obras de la misericordia, las cuales para atender al necesitado, se han dividido en dos categorías:
- Las obras de la misericordia corporales
- Las obras de la misericordia espirituales.
Jesucristo al predicar nos dejó como legado estas obras de misericordia corporales y espirituales para que podamos darnos cuenta si estamos viviendo o no como verdaderos discípulos suyos.
Veamos en detalle cada categoría.
Obras de misericordia corporales
Provienen en su mayoría de una enumeración hecha por el Señor cuando realizó su descripción del Juicio Final. Esta enumeración incluye las siguientes obras:
- Dar de comer al hambriento
- Dar de beber al sediento
- Dar posada al peregrino
- Vestir al desnudo
- Visitar a los enfermos
- Visitar a los presos
- Enterrar a los difuntos.
A continuación una breve descripción de cada una de ellas:
1) Dar de comer al hambriento
Esta obra nos pide procurar alimento y otros bienes a los más necesitados, quienes no cuentan con lo indispensable para comer cada día.
Sabemos del hambre que hay en el mundo, ocasionada a veces por las guerras, por desastres naturales, por saqueos o por malas cosechas. Muchos son los niños, jóvenes, adultos y ancianos que padecen por la falta de alimentos, lo que conlleva a tener una deficiente condición física por no comer bien e incluso morir de hambre.
«Dios premiará a todos aquellos que pueden socorrer al hambriento».
Esta es una obra de misericordia corporal que todos podemos y debemos realizar, en la medida de nuestras posibilidades, si poseemos alimentos en abundancia, que podamos dar para alimentar a quienes más lo necesiten.
Se trata de un pequeño sacrificio, con el cual no solo ayudamos al hambriento, sino que también nos llenamos el corazón de alegría y satisfacción. Por tal motivo, se señala que, como creyentes devotos de nuestra fe, nos toca estar atentos a las necesidades que hay en el mundo en este respecto y ayudar en lo que se pueda.
2) Dar de beber al sediento
A pesar de las grandes extensiones de agua dulce que hay en el mundo, existen muchos sitios en los que hay niños, ancianos y adultos que están muriendo deshidratados por la falta del vital líquido. Son pueblos donde hay mucha sequía con un clima desértico y en los que obtener agua es un privilegio, pues no está disponible para todos.
Esta es una de las obras de misericordia más importantes y de mucha efectividad en un plano más general, ya que uno de sus efectos inmediato será que todos nos aboquemos a procurar salvar el planeta y cuidar cada gota de agua.
Muchos han ilustrado esta obra de misericordia corporal con la reprimenda que recibió Santa Rosa de Lima de parte de su madre por estar siempre atenta de socorrer a pobres y enfermos. Ella misericordiosa y diligente le responde a su madre:
«Cuando ayudamos a los pobres y enfermos, estamos sirviendo a Jesús».
Dejó claro de este modo, que cualquier obra de misericordia es una manera de atender a Jesús, quien se manifiesta a través de nuestro prójimo. Debemos alabar a Dios con la Oración al Señor de la Misericordia por manifestarse entre nosotros.
3) Dar posada al necesitado
Dar albergue al que no tiene sitio fijo para descansar y reponer sus fuerzas fue un acto que en otros tiempos resultaba riesgoso, pues podía ser un asunto de vida o muerte. Eso se debía a los peligros encontrados en los caminos en los que los viajeros podían resultar robados o asesinados.
En la actualidad la situación es distinta. Los sistemas de transporte han mejorado y existe mayor seguridad y medidas de protección para el viajero.
No obstante, puede darse el caso de que en algún momento debamos dar hospedaje a un pariente o amigo. También es probable que debamos en ocasiones ofrecer alojamiento por alguna verdadera necesidad, tal como una persona que no tiene un hogar, problemas de salud, desalojo de la vivienda, etc.
Por otra parte, no hay plena certeza de a quien nos va a tocar ayudar y al respecto tenemos el episodio de cuando Abraham acogió en su hogar a los tres hombres sin saber que se trataba de la Santísima Trinidad. Por ello, san Pablo en Heb. 13, 2 nos dice:
«Nunca dejen de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a seres espectaculares sin saberlo».
4) Vestir al desnudo
Esta obra de misericordia es muy sencilla de poner en práctica, pues se trata de dar al que lo necesita la ropa o calzado que ya no usamos. Por lo general, se suele recurrir a las recolectas que se llevan a cabo en las parroquias u organismos benefactores. También la podemos hacer llegar a nuestras iglesias.
Es propicio destacar que esto no quiere decir que la ropa que se va a regalar o donar esté en pésimas condiciones, como dar unos zapatos rotos. A la hora de entregar nuestra ropa, podemos dar de lo que nos sobra o ya no nos sirve, pero también podemos dar lo que aún es útil.
Vemos que para llevar a cabo esta obra no se requiere mayor esfuerzo.
En caso de iniciar una campaña de donación, lo más adecuado es acudir a otras personas para que ésta sea masiva y así poder llegar y ayudar a más personas necesitadas de ropa de calidad para vestir.
Es así como la carta de Santiago en 2,15-16 nos anima a ser generosos:
«Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos o hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?»
5) Visitar al enfermo
Esta es una obra de misericordia y caridad para con aquellos aquejados por enfermedades. Sin embargo no se debe hacer solo por compromiso o simplemente hacer un acto de presencia.
Lo meritorio es realizar una verdadera atención al enfermo, o al anciano, atenderle en el cuidado físico y hacerles un rato de compañía.
Ello va a redundar beneficiosamente en su salud, pues esa compañía será como una medicina para ellos, sobre todo si no tienen familiares que los atiendan. Debemos colaborar con lo que sea necesario para mejorar su calidad de vida.
Asimismo, es importante cultivar el aspecto espiritual, en especial en los casos de aquellas personas con afecciones en etapa terminal, pues hará más llevadera su agonía.
Dar atención a personas heridas es también otra obra que se cuenta como una visita a los enfermos en la que podemos ayudar prestando nuestra asistencia en las curas y en ayuda motivacional. Inspirémonos en la Novena por la unción del Espíritu Santo para nosotros poder proveer nuestra ayuda en estos casos.
En las Santas Escrituras se nos habla de la Parábola del Buen Samaritano. Dicha parábola se refiere al individuo que curó un herido, pero en virtud de que no podía continuar ofreciendo sus cuidados a tiempo completo, confió esta tarea a otra persona a quien le ofreció pagarle, pidiéndole, sin embargo, le prodigara la misma devoción en el cuidado que él le había dado. Esto lo podemos leer en Lucas 10, 30-37.
6) Visitar a los presos
Se trata de visitar a las personas que están privadas de su libertad y prestarles ayuda, tanto material como asistencia espiritual, de forma de ayudarles a mejorar como personas y como ciudadanos, a enmendarse, aprender un oficio que les pueda brindar sustento tan pronto finalice el tiempo asignado por la justicia.
Socorrer a los presidiarios en su reclusión significa proporcionarles un refuerzo espiritual de manera que sientan que su condena es más llevadera y que su vida no finalizó cuando fueron apresados.
Es importante hacerles entender que desde la cárcel pueden ser personas útiles, participando en deportes, aprendiendo un oficio en talleres de diversa índole como zapatería básica, carpintería, orfebrería, reparación de aparatos, etc.
Debemos hacer mayor hincapié en los inocentes que pagan una condena injusta, que quizá no es propia.
En épocas antiguas, se tenía la costumbre que los cristianos bondadosos podían pagar para liberar a los presos, luego los hacían sus esclavos y los convertían en personas de bien, útiles para el pueblo.
Esta obra también consiste en rescatar a los inocentes y secuestrados y ayudarles en volver a la vida normal.
7) Enterrar a los muertos
Esta obra referida a enterrar a los muertos parece un tanto evidente de llevar a cabo, porque así debe hacerse.
No obstante, cabe señalar que en tiempos difíciles de guerra es indispensable ejecutar esta obra como un mandato, ya que es importante dar digna sepultura al cuerpo humano de tantos que fallecen en estas guerras.
Esto es porque nuestro cuerpo ha sido alojamiento del Espíritu Santo, con lo cual nos convertimos en lo que dice San Pablo en 1 Cor 6,19, “templos del Espíritu Santo”.
Ahora bien, digno es de mencionar que Cristo no tenía lugar donde ser sepultado. Sin embargo, gracias a un amigo, José de Arimatea, quien le cedió su tumba, su cuerpo pudo ser depositado allí para el descanso final.
Pero para hacer eso, José de Arimatea tuvo que enfrentarse a Pilato para pedirle le entregara el cuerpo de Jesús, contando para ello con el apoyo de Nicodemo, según Juan en 19, 38-42.
Caso aparte ha sido lo relacionado con la cremación del cuerpo, lo cual había sido considerado por un tiempo un irrespeto al templo del Espíritu Santo. Veamos.
Consideraciones de la Iglesia sobre la cremación
En la actualidad, la Iglesia permite la cremación, siempre y cuando no se ponga en tela de juicio la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Al respecto, en el CIC #2301 también hace referencia a la incineración del cuerpo humano, señalando que se puede aceptar la cremación, manteniendo el cuerpo presente en formato de ceniza en la eucaristía para ser bendecido y así guardar el debido respeto al templo del Espíritu Santo.
En cuanto al cuidado de las cenizas, se aconseja un recipiente digno que tenga la imagen de Cristo en la cruz en la parte frontal.
Su colocación final debe ser en un nicho espacioso, aun cuando hay personas que prefieren enterrar el recipiente en una fosa, en lugar del mausoleo.
Lo que no acepta la Iglesia católica es que los restos de un cristiano sean difuminados en espacios abiertos como el mar o ser arrojados al aire hasta que el viento se lleve las cenizas.
Tampoco acepta que las cenizas se mantengan en el hogar, lo cual está explícitamente prohibido en la Orden de Funerales Cristianos, Apéndice N° 2, Incineración, N° 417.
Obras de misericordia espirituales
Esta lista de obras fue tomada por la Iglesia de otros textos que son mencionados en las Santas Escrituras, así como de actitudes y enseñanzas que nos impartió el mismo Cristo, tales como el consuelo, el perdón, soportar el sufrimiento, la corrección fraterna, entre otras. Estas obras son:
- Enseñar al que no sabe
- Dar buen consejo al que lo necesita
- Corregir al que se equivoca
- Perdonar al que nos ofende
- Consolar al triste
- Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
- Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Veamos una breve descripción de cada una de ellas.
1) Enseñar al que no sabe
Estas obras constituyen un gesto noble, que se fundamenta en la enseñanza para salvar de la ignorancia a las personas. Se trata de enseñar al que no sabe en cuanto a cualquier materia, incluso los temas religiosos.
Se puede llevar a cabo a través de varios métodos con base en escritos o la palabra oral, valiéndose de cualquier medio de comunicación o forma directa.
La intención es aclarar las dudas que tenga la persona que “no sabe” sobre algún tópico en particular o sobre aquello que desea aprender para el futuro y para la vida misma. Por ello se recomienda inspirarse en las Frases del alma de San Francisco de Asís para lograr un resultado óptimo.
Como dice el libro de Daniel en 12,3b:
«Quien instruye a muchos para que sean justos, brillarán como lo hacen las estrellas en el firmamento».
2) Dar buen consejo al que lo necesita
Nos lleva esta obra espiritual a poner en práctica el don del consejo del Espíritu Santo, lo cual amerita, en principio, estar en sintonía con Dios.
Esta obra no se trata de darle a la personas simples opiniones o puntos de vista sobre algo en particular. Al contrario, se trata de darle información realmente valiosa al necesitado para resolver alguna situación o emprender alguna actividad o proyecto, de manera que le sirvan de guía.
Esta obra resulta útil para las personas confundidas en cuanto a cómo hacer o actuar en determinados momentos cruciales en los que es indispensable pensar con cabeza fría.
Importante también es tener en cuenta que:
- No se debe forzar un consejo, pues debe ser el apropiado para el momento.
- Se deben dar en el momento oportuno, que es cuando la persona lo requiere y le va a resultar provechoso
- Se deben emplear palabras llenas de luz que orienten a la persona a encontrar el camino a seguir o la decisión a tomar.
Cuando el consejo está iluminado por la gracia divina y pleno de buenas intenciones, ese será el apropiado para la persona en esos momentos difíciles. No es conveniente dar opiniones personales, pues éstas son subjetivas, las cuales al final no se ajustan a lo que requiere el que busca el consejo.
Debemos ser buenos consejeros y servir de guía para los que están en aprietos. Sigamos lo que nos dice Daniel en 12, 3a:
«Los guías espirituales brillarán en el firmamento, tal como lo hace el bello resplandor».
3) Corregir al que se equivoca
Consiste en corregir de la mejor manera, con humildad al prójimo que está equivocado o en la senda incorrecta de la vida. Se refiere, entonces, sobre todo a los pecadores, por lo que podríamos llamar esta obra como: Corregir al pecador.
Se torna, muchas veces, difícil llevar a cabo esta obra sin herir susceptibilidades, por lo que se aconseja recordar lo que nos ha enseñado el apóstol Santiago sobre corrección fraterna al final de su carta en 5, 20:
«El que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados».
El mismo Jesús explicó en qué consistía la corrección fraterna, según nos lo muestra el evangelio de Mateo en 18, 15-17:
«Si tu hermano peca, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano.
Si no te escucha, toma contigo a un par de individuos más, para que se decida a través de la palabra grupal de dos o más testigos».
Sucede en ocasiones que se generan correcciones que suelen ser violentas, alejándose de lo que es realmente la obra de misericordia.
Es importante, por tanto, no corregir a cada momento un error que no tiene mayor peso. Lo importante es salvar a quien comete pecado, pues ofende el buen nombre de Dios.
4) Perdonar las injurias
Perdonar es una de las acciones más difíciles de llevar a cabo, sobre todo cuando es un ser querido o un conocido, el que nos ha ofendido. Y si la ofensa ha sido consecutiva, damos por sentado y como definitivo que esa persona no merece nuestro perdón.
Perdonar las ofensas significa superar la venganza y el resentimiento, pero también lleva implícito el tratar amablemente a aquel que nos ha ofendido.
Por lo general, tendemos a darnos por vencido en lo del perdonar, pero en momentos así debemos recordar a Dios, que siempre nos está perdonando, aunque siempre le estamos hiriendo, ya sea intencional o inconscientemente.
El mayor perdón que nos ofrece el Nuevo Testamento es, sin duda alguna, el de Cristo en la cruz, que nos enseña que debemos perdonar todo y siempre, como lo recoge Lucas en 23, 34:
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
También el Antiguo Testamento nos da un gran ejemplo de perdón. Se trata de el de José, quien perdonó a sus hermanos, quienes trataron de matarlo y venderlo. Con las Frases del papa Francisco podemos aprender a perdonar.
Asimismo, la oración del Padrenuestro que el Santo Padre nos enseñó nos dice:
«Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».
5) Consolar al triste
Para consolar se requiere de mucho tacto y humildad, así como saber escoger las palabras adecuadas para llegarle al alma de la persona. Para ello nos podemos inspirar en el Espíritu Santo que reina en nosotros y poder llevar a cabo esta obra misericordiosa.
Es tarea delicada pues no estamos al tanto de cuán honda es la pena que agobia a la persona y no conocemos realmente la magnitud de su sufrimiento.
En ocasiones, resulta suficiente con dar un mensaje de aliento para que el triste salga adelante. Por ejemplo, hablarle de cosas agradables a ancianos deprimidos que se sienten abandonados por sus familiares.
Pero en otras situaciones son penas mucho más profundas de dolor, que requieren de palabras más sentidas para poder mitigar la pena, o estar ahí en ese momento difícil y acompañar su dolor.
Esta obra misericordiosa se contempla dentro de la misma categoría de cuidar o visitar a los enfermos de las obras de misericordia corporales. Pero en este caso, las palabras son las que tienen mayor impacto por la fuerza espiritual que pueden dar al que está desconsolado.
Cuando no sabemos cómo hacer para darle el consuelo al otro, podemos ayudarnos un poco con: una primera palabra de aliento, un abrazo, una sonrisa, un gesto o estar simplemente a su lado. Tal vez, el simple acompañamiento puede ser de mucho valor por el que sufre.
6) Sufrir con paciencia los defectos de los demás
Esta obra de misericordia es una virtud que debemos cultivar para poder cumplir con la palabra de Dios. Si se maneja adecuadamente la paciencia, es posible convertir al cristiano en una persona tolerante capaz de sobrellevar debidamente los defectos de los demás.
No obstante, se requiere, asimismo, de mucha fortaleza, comprensión y voluntad de nuestra parte.
Nos debemos encomendar a Dios para que nos inspire y nos otorgue las cualidades para manejar los defectos de los otros de la manera más positiva y efectiva posible. Ponemos en sus manos la incomodidad, el malestar y la angustia que la situación nos pueda generar y que nos prodigue la paciencia suficiente para salir airoso.
Sin embargo, se aconseja que si el soportar esos defectos nos produce más daño que bien, con mucha caridad y suavidad, debemos hacer esa advertencia a la persona perturbadora y apartarnos de ella. No obstante, se aconseja orar por ella con la Oración al Espíritu Santo.
En este caso, se debe considerar esa situación desde una perspectiva distinta, percibiéndola desde la debilidad de la otra persona, quien con su actuar está inconscientemente demostrando que requiere de amor y caridad y, de nuestro lado, ayuda desinteresadamente.
7) Orar por vivos y difuntos
Se considera igual que la obra de misericordia corporal referida a enterrar a los muertos, pero en este caso se implora por las almas benditas del purgatorio, que dependen de nuestras oraciones para liberarlos de sus culpas y por quienes están a tiempo de arrepentirse de todos sus pecados.
Tal como nos los recomienda San Pablo, debemos orar por todos, sin distingo de ningún tipo: por los vivos y muertos, por los gobernantes y personas de responsabilidad, pues
«El quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad».
Así lo expresa la primera carta de Timoteo en 2, 2-3.
En sus distintas intervenciones, el papa Francisco exhorta a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad que oren sin cesar, específicamente por los cristianos perseguidos.
Busquemos los modos de poder apoyar y cumplir con este deseo del Papa y así nuestros hermanos en la fe sentirán el consuelo de nuestra oración.
Este es un acto que a los ojos de Dios es de mucho valor y desprendimiento, pues estamos: entregando nuestro pensamiento por otra persona, pidiendo por un hermano, deseando bienestar y tranquilidad del otro.
Efecto en quien realiza estas obras
El efecto inmediato que recibe el que realiza una obra de misericordia corporal o espiritual es la satisfacción interior de haber hecho un bien por un ser hermano y nos transmite la gracia de Dios, pues estamos haciendo su voluntad.
Al respecto, rezar la oración a la virgen María nos ayuda a realizar estas obras con mucha compasión, llevando a nuestros hermanos necesitados tanto corporal como espiritualmente el consuelo y la ayuda que les hace falta y a nosotros, satisfacción por el deber cumplido.
Esto nos lo corrobora el evangelio de Lucas cuando Jesús dice:
Al dar algo nuestro a los demás, el Señor nos promete que nos dará también a nosotros aquello de lo que estemos necesitado.
No hemos de olvidar que, al hacer una obra de misericordia, vamos borrando cualquier pena que haya quedado en el alma por algún pecado cometido que ya ha sido perdonado. Mateo en 5, 7 nos lo dice al hablar de las bienaventuranzas, que:
«Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia».
Además, las obras de misericordia son las que nos permiten recorrer debidamente el camino al Cielo, ya que en ese andar nos vamos haciendo cada vez más parecidos a Jesús.
Cristo nos habla a través de Mateo diciéndonos que no nos preocupemos en tener tesoros en la tierra donde hay corrupción y maldad, sino en el cielo que es limpio y libre de toda malicia y: “porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
Contemplación sobre el misterio de estas obras
Debemos contemplar en este misterio de las obras de misericordia que lo primero es pensar en los demás, de manera tal que, aunque pasemos por la tierra cometiendo errores, que son inevitables, dejaremos luego de nuestra existencia una serie de acciones de bien hacia el prójimo.
Y, así, cuando llegue el momento inexorable de partir a la Casa del Señor, lo acogeremos con gozo, porque, como Cristo, también resucitaremos para recibir de Él su Amor.
Estas obras implican, por ende, que vivimos con el sentido de entregarnos al servicio de los demás, no solo pensar en nuestros problemas, sino procurar la salvación de todas las almas.
Fundamento de estas obras
Todas estas obras de la misericordia tanto las corporales como las espirituales están fundamentadas en lo que señala Mateo en 25,31-46, cuando narra el Juicio Final, en el que Jesús dijo a sus discípulos, que el Hijo del hombre vendría y congregaría a todas las naciones.
También dijo que apartaría a los unos de los otros y bendeciría y premiaría a todos los que hicieron bien a sus hermanos en necesidad, en cuyos cuerpos estaba representado Jesús y a juzgaría y condenaría a los que no llevaron a cabo ninguna obra de caridad para con su prójimo.
Finalmente, san Josemaría, publicó en los Amigos de Dios en su número 232, que la misericordia no es solo tener una actitud compasiva. Es algo que va mucho más allá.
Él identifica la misericordia con un derroche de caridad, lo que redunda en justicia para el que se beneficia.
Por otro lado, san Josemaría también relaciona la misericordia con el mantener el corazón vivo, sensible, presto y dispuesto al amor sólido, sacrificado y generoso en caridad, tal como la describe San Pablo en su canto a la caridad, como benefactora, pero sufrida, sin rasgos de envidia o ambición, de actuar lento pero seguro, que trabaja desinteresadamente, cuidadosa de la justicia y defensora de la verdad, se amolda a todo, cree en todo y todo lo soporta todo.
En esta misericordia cargada de caridad y, por supuesto, del amor de Dios se fundamentan las obras de la misericordia con las cuales los cristianos ayudamos a nuestros semejantes con sustento, cuidado y tranquilidad espiritual.